domingo, 1 de septiembre de 2013

SUBIDA AL ANGLIRU

Se me fué un poco bastante la cabeza, necesitaba un par de días de descanso familiar, desconectar un poco, vivir un par de noches a la aventura y disfrutar de la naturaleza y el deporte. Álvaro se apuntó y marchamos al norte con las bicicletas, no hay mucho más que contar al respecto. La idea del Angliru me rondaba desde hacía años, y simplemente llegó el momento, era un finde que podía hacer una "escapada express" y con la tienda de campaña y poco más no lo pensamos mucho más.

Al final subimos el domingo por la mañana antes de regresar a casa. Yo el viernes pudo hacerme una pequeña ruta por el Guadiana, muy llana y que sirvió para rodar un poco. Por cierto el paraje precioso: cerca de Puerto Peña allá por Badajoz en donde pasé la noche de "vivaqueo" o lo que es lo mismo, durmiendo en el campo. Y el sábado nos curramos un buen trozo del Camino de Santiago desde Poo hasta la preciosa playa de Gulpiyuri, unos 25-30km por veredas que recorrían la costa y un puertecillo que primero bajamos y después subimos.

Y el domingo llegó el día. Nos cambiamos, pusimos a punto las bicicletas y nos preparamos para el inicio del puerto, justo después de echarnos las fotillos de rigor en el cartel que anuncia que estábamos en “el Olimpo del ciclismo”. Y eso es lo que es: una cima mítica. No hay mucha altitud, no es un puerto largo, pero tiene unas rampas imposibles y sobre todo e independientemente de todo esto, respira ciclismo, esfuerzo, sudor, dolor, superación, respira deporte. La montaña te cuenta eso paso a paso, giro a giro, rampa a rampa. Cada centímetro tiene un toque de misticismo, de heroicidad y eso te ayuda a dar un pedal más, a empujar la bici un metro más y a aguantar encima de la bici a pesar del dolor y el sufrimiento.

Sobre las 10:20 arrancamos abajo en el pueblo. Por delante 12,5km de puerto hasta la cima.  La primera parte del puerto, aunque dura, era bastante accesible según recordaba y así fue. Álvaro sufrió algo más pero era normal teniendo en cuenta la falta de forma y sobre todo la bicicleta. Se subía bien a ritmo y las vistas y la frondosa vegetación ayudaba bastante a pasar mejor la ascensión. Álvaro se iba metiendo poco a poco mejor en el esfuerzo y hay que recordar que no por ser menos duro que el final, deja de ser duro en sí, estamos hablando de 4km al 7-9%. Tras un par de km llegamos a una rampa dura pero muy corta que luego se convertía en unos metros de bajada que daban respiro a las piernas. Luego un giro brusco hacia la derecha y una cuesta empinada de verdad. Sobre el tercer km encontramos una cuesta dura sobre el 9% que luego giraba 120º a la izquierda hasta un grupo de casas. Esa fue la parte más exigente de estos primeros kilómetros. 
 
Sobre los 4,5km llegamos al descansillo de mitad de puerto: “Viapará”. Buen nombre sin duda el elegido. Paramos a echar unas fotos del paisaje entre caballos salvajes y gran vegetación. Había merenderos y una zona recreativa en el lugar. Aprovechamos para beber agua y comer algo para preparar lo duro de verdad. Volvimos a montar en las bicicletas para pasar un tramo de ligera bajada hasta quedarnos a unos 7km de final de puerto. La primera rampa fue como “llegar y pegar” dura de ponerse de pie. Además había caballos sueltos por mitad de la carretera y tenías que esquivarlos con cierto cuidado mientras subías piñones a ritmo alarmante. La cuesta se agarraba unos 100m y luego giraba a la izquierda para hacer una curva abierta hacia la derecha muy, muy suave, casi llana, dejando una casa de madera y una pequeña acequia a la izquierda de la calzada. 
  
Por entonces Álvaro ya venía por detrás a su ritmo. Giro a la izquierda de 180º y “Les Cabañes”: 22% durante 150m y te lo avisa un cartelito no creáis… duro, duro, duro como nunca. De todas formas andaba bien y con la bici de montaña y los desarrollos que se mueven, se sube, no es fácil, no señor, pero se sube. Después curva a la derecha. Me abrí todo lo que pude para coger aire y me dispuse a subir la siguiente rampa: “Llagos” que también se llamaba 14,5%. La rampa empezaba suave así que bajé un par de piñones, me levanté en la bici y avancé unos cuantos metros antes de que la propia rampa me pusiera en mi lugar. Iba bien después de todo. A la izquierda “La curva de los picones” con hasta un 20% de máximo desnivel, durísimo el tramo que se hacía muy largo. Desde aquí la vegetación se abría un poco y pude ver la silueta de Álvaro por allí abajo. 

Al final del duro tramo curva a la derecha, por supuesto tomándola abierta para tomar aire y recuperar un poco las pulsaciones, viendo pastar a las vacas y a los caballos sueltos por el monte. La Curva de los Cobayos y más rampas al 20% y justo a 50m de hacer la siguiente curva, a la derecha de la carretera, lengua afuera y pidiendo piñones a gritos, pedaleando con todo metido y metiendo aire al cuerpo a bocanadas, un cartel informativo de madera y en tamaño poster la portada de un diario local con la cara rota de Roberto Heras y un titular que rezaba: “Heras consigue su Angliru”. Vellos de punta. La emoción que se siente entonces es sencillamente indescriptible. Me encanta el deporte, he estado con 93.000 personas en Twickenham viendo un partido de rugby, he visto Fórmula 1, Grandes Premios de Motociclismo, he visto partidos de fútbol, y hasta he corrido un maratón con 35.000 personas más… pero nunca he sentido lo que sentí en 2008 viendo a Contador ganar en Angliru. No por ver volar a Contador o Valverde por esas rampas, sino por el ambiente, el buen rollo, los gritos, los ánimos, por ver subir a cientos de aficionados por aquellas rampas horas antes de ver a sus ídolos por esa misma carretera, y por ver a los ciclistas menos conocidos sufrir, retorcerse, ver sus caras de sufrimiento e incluso pedir ayuda para que los aficionados les subiéramos a base de empujones por aquellas rampas imposibles. Fue ese día cuando decidí que tendría que volver allí, pero con la bici. Y por eso me emocioné, recordando aquel día de campo y ciclismo con mis compadres Luis y Gorka. Fue puro DEPORTE.

Horquilla a la derecha y la “Cueña Les Cabres”. Un muro frente a mí del 23,5% de desnivel máximo y más del 18% de media en todo el tramo de unos 250m. Hasta aquí las piernas, la espalda y los brazos ya dolían, desde aquí, el dolor deja paso a la pasión, al puro sufrimiento. La bici no avanza, no hay persona que tenga fuerza para hacer este tramo sentado y si te levantas la rueda delantera se levanta y la caída se hace palpable, también por el esfuerzo. El aire a mil metros empieza a faltar y la única posibilidad para avanzar es haciendo “eses” avanzando literalmente metro a metro. Cuando no podía más, me levantaba, bajaba dos piñones y pedaleaba como si estuviera subiendo escalones: un pie primero, otro después. Hice el km casi en 14min. Una locura. En mitad de la rampa, eterna, a la derecha en un cartel la portada de Marca con “Chaba” Jiménez y el titular (muy al pelo): “BIENVENIDOS AL INFIERNO”. La  cuesta no acababa nunca. 
  
Llegar a la curva de derechas de final de tramo fue como una victoria. Me salí por fuera en la curva para recuperar piernas y tomar aire. La carretera “suavizaba” en la siguiente recta, y entrecomillo el adjetivo porque a estas alturas y pasado lo pasado, pillar una rampa del 16% te parece incluso apetecible. Había muchísimas vacas sueltas por la carretera y había que esquivarlas.
 
A la izquierda otra curva de herradura que recordaba perfectamente, pues allí fue donde vi la etapa en 2008. Llegaba el “Aviru” la otra gran pared del Angliru que llegaba al 21,5% y que se hacía eterna. El cansancio y la altitud se notaban. Tuve que volver a tirar de “eses” para subir la rampa, y casi desfallecí cuando me aparté para dejar pasar a una moto que subía no sin cierta dificultad. Aún quedaba una rampa más suave que terminaba en una chicane con un desnivel del 20% que era brutal. A 1500m de altitud y una vez hecha la gesta el resto fue simplemente disfrutar del paisaje, de las vistas, viendo Oviedo y la costa Asturiana al fondo y los pueblos del concejo de Riosa a los pies del monte. 

Después de la última rampa, se llegaba hasta un mirador desde donde la vista era impresionante, y desde ahí 400m hacia abajo hasta llegar al área de descanso en donde ponen la línea de meta en La Vuelta. Puff llegar allí fue una pasada. Realmente tampoco estaba tan agotado, pero sí que notaba que los músculos estaban al límite de fuerzas. Tomé aire, descansé, disfruté. Eché un par de fotos y después de creérmelo un poco, empecé a deshacer el camino. Paré en el mirador para echar fotos y ya desde ahí fui bajando rápido pero con calma y parando para echar fotos.
 
El descenso era impresionante, creo que pocas veces he pasado tanto miedo haciendo deporte. Era imposible bajar cómodo, hacía frío, iba casi temblando y tenía que frenar la bici entera antes de las curvas porque eran tan cerradas y con tanto desnivel que no se podía tomar dejando llevar la bici, había que parar e ir frenando poco a poco para hacer la curva. En la Cueña las Cabres me encontré subiendo a un grupillo de gente, sufriendo y desperdigándose por la calzada, iban haciendo “eses” así que yo tenía que ir evitándoles mientras les daba ánimos. Algunos echaban ya el pie a tierra ante el desnivel. La siguiente cuesta fue complicada porque había ganado suelto por la carretera. Seguí bajando y aunque no lo pretendía la bici en segundos se ponía en 60-70km/h, era increíble. Llegando ya a mitad de puerto, en la curva abierta de la casa de madera y la acequia, había ganado suelto y una ternera se cruzó mientras yo iba bastante rápido para coger la curva, frené lo que pude pero al estar en curva la bici se cruzó y entre hartarme de hamburguesa o tirarme a la acequia, en el último segundo decidí tomar la segunda opción y ponerme hasta arriba de barro. Y menos mal que solo fue eso, porque la voltereta que metí fue de órdago, y gracias que fue en aquel punto porque si es más arriba me harto de bosque y soy capaz de llegar al pueblo rodando. Nada, un par de arañones, me levanté y volví a la bici para terminar el descenso que en su segunda parte fue mucho más sencillo y cómodo de descender, más seguro pero también más rápido. Álvaro me esperaba ya en el coche, se quedó en una de las rampas del 21% y no pudo dar más de sí y aun así fue todo una gesta.
Y en definitiva se cumplió. Tardé tres horas reales, descanso arriba, caída, fotos y parada intermedia incluida y desde el descansillo fueron 1hora y 20min hasta arriba (8,3km) a una media de casi 10´ el kilómetro y llegando hasta los 1620m de altitud. Fue duro pero sin duda también fue un orgullo y una experiencia increíble.

Respecto al puerto y a la pregunta "¿todo el mundo puede hacerlo?", en mi opinión, todo el mundo puede subir si cumple con tres requisitos fundamentales:
a)  Una bici en condiciones. Con dos platos esto no se sube, por muy buena que sea la bici o muy de carretera que sea. Se necesita un plato muy pequeño, y ningún piñón está de más.
b)  Forma física. Algo de entrenamiento y mucha técnica con la bici. En los tramos más duros no se trata tanto de tener fuerza (que también) como de saber manejarte con la bici, aprovechar las partes más suaves, hacer eses, bajar piñones antes de una rampa muy dura para hacer metros, etc. Si vas recto no subes ni de coña.
c)  Cabeza. Creo que el factor psicológico es lo más importante: el sufrimiento te lleva a una situación límite en la cual si no tienes ese punto de superación, de querer llegar sí o sí, y de amor propio por terminar sin bajarte de la bici, sencillamente no lo haces. Hay que ser un poco masoca en realidad, saber y querer sufrir, porque se hace muy, muy duro y piensas muchas veces en bajarte de la bici.

Nada esta fue la crónica. Si alguien se anima alguna vez... que cuente conmigo!      
                      




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